24 de abril de 2011

LA REVELACIÓN

Haciendo un esforzado ejercicio de autocrítica ante el espejo, descubrí aterrorizada el problema: Me había hecho mayor. La cuestión ya no era solamente unos cuantos kilos de más en formato primaveral como habitualmente; era mucho peor. Aquel conjunto ajustado de color rosa, comprado solo dos años antes, quedaba completamente fuera de lugar, casi ridículo, sobre mi cuerpo. Me sentí disfrazada.
Hacerse mayor, ser una mujer madura y no joven, sucede como tantas cosas en la vida: PRIMERO GRADUALMENTE, Y LUEGO DE REPENTE. Y además ocurre de modo sibilino: Eres joven, todavía pareces joven, ya no pareces tan joven y... ¡ZAS!, eres una Mujer Madura, paso previo a convertirte en una vetusta cacatúa si no pones remedio con urgencia.


Aquel momentazo significó un punto de inflexión en mi vida adulta: fue en aquel preciso instante de aquella dichosa primavera, yo en mis cuarenta y pocos, mirándome aturdida en el espejo de cuerpo entero con aquel, tan estrecho como tragicómico conjuntito de algodón…

... Sintiéndome fatal de pronto, cuando tuve LA REVELACIÓN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar!